Autor: Carmen Garrobo
En los últimos años estoy acostumbrada a visitar viñedos y no encontrar ni una brizna de hierba, eso si, cepas hermosas resplandecientes.
Unos días antes de declarar la pandemia y confinamiento del #COVID-19, fuimos a visitar Bodegas Arrayán y lo primero que me sorprendió, fue encontrarme con bosque inmenso, llenos de animales que nos observaban a nuestro paso, ciervos, corzos, liebres, escondidos en matorrales del bajo monte, con Jara y Tomillo.
Por fin llegamos al viñedo a la “Finca la Verdosa” en Santa Cruz del Retamar; hacia poco que había llovido y todo estaba verde y florido; que hermosa estaba la viña aún dormida de color marrón, la vida la rodea con flores silvestres -de esas que hace poco tiempo se las consideraban malas hierbas- y mariposas revoloteando al rededor de estas bellas cepas.
Hace años que Arrayán firma como vino ecológico y al caminar por el viñedo compruebas que es cierto, no es un argot publicitario, varios insectos se cruzan en nuestros caminos, montañitas de arena que marcan hormigueros vivos, mariposas, etc.
La segunda sorpresa, llega cuando observamos que la espaldera sujeta las cepas con dos brazos gruesos y una altura anormal para la zona de D.O.Méntrida (Toledo), donde el agua escasea y el sol calienta, vamos si calienta.
Richard Smart, experto australiano en viñedos realizó diferentes estudios, como la composición del suelo y la profundidad de las raíces realizando varias calicatas en la parcela; la orografía del terreno y estudió que variedades podrían desarrollarse mejor por el clima, las exposiciones al sol y orientaciones más favorables, para entendernos nos encontramos con un viñedo único creado en exclusividad para las características de la parcela.
El fuerte de Bodegas Arrayan es su viñedo, la bodega es sencilla con lo típico de todas las bodegas, sala de fermentación con depósitos de acero inoxidable, sala de barricas,rompe el molde con su sala de tinajas; donde Maite Sánchez hace alquimia con las uvas y lo convierte en vino o en oro según se mire.
Tuvimos la oportunidad de realizar una cata de las diferentes variedades minoritarias de viñedos experimentales, que os describo a continuación.
La Versosa MIZANCHO 2018
Me imagino que es la primera vez que la escucháis, la verdad es que para mi también lo fue y no os imagináis la sorpresa que me lleve.
Es de color blanca y solamente tienen en producción una barrica de 500 L, donde fermenta y hace la maloláctica, en total 600 botellas de nada.
El color del vino amarillo pajizo con trazas doradas, muy brillante y limpio. En nariz tiene una intensidad media alta, con aromas limpios de fruta blanca golosa, hierba de roca tipo romero, salvia, tomillo limonero, corteza de naranja y destacan al agitar los aromas de masa madre. Piña caramelizada.
En boca la entrada es golosa, paso sabroso, sápido con un esplendido cuerpo, de acidez sorprendente, bien integrada, largo en boca. En retronasal aparecen de nuevo las hierbas y la naranja confitada. El postgusto es largo y seductor, no puedo dejar la copa, me ha enamorado por completo.
La Verdosa BRUÑAL, 2018
Hasta el momento solamente había probado los vinos de la D.O. Los Arribes del Duero, pero en Arrayan la elaboran y muy bien por cierto. De nuevo solo una producción de una barrica de 500 L y 600 botellas.
Este vino presenta un color rojo rubí de capa muy abierta, ya que es una variedad de piel muy fina que no tiene muchos antocianos.
Los aromas de frutos rojos ácidos, nítidas las frambuesas y las zarzamoras, algo de ciruela. Con aromas de monte bajo -Tomillo, Romero y Jara- no es extraño ya que estamos rodeados de ello.
En boca es de entrada y paso seco, de cuerpo medio, con taninos de fruta golosos. Retronasal totalmente de fruta roja con hierbas aromáticas. Sencillamente explendido.
La Verdosa Garnacha Peluda , 2018
La pruebo por vez primera y he alucinado con la variedad. De nuevo 900 botellas, que son muy pocas.
De color rojo rosa, de capa muy abierta. Increíbles los aromas nítidos de fruta roja dulce y ácida -Fresa y Frambuesa- licor de fresa y pimienta blanca.
En boca es de entrada suave, paso sabroso y tanino amable; acidez bien integrada que nos hace salivar, ligeramente secante en el fondo gracias a los taninos extraídos de la madera. El resultado es un vino sabroso que anima a tomarse una copa y alguna más, si se tercia. Un 100 para este vino.
Catamos varios vinos más, la Petit Verdot, la Garnacha de Cebreros y como no el rosado todos ellos bajo la marca de Arrayán, todos excelentes, de ellos hablaremos en otro momento.
Si te gusta la naturaleza y el vino te recomiendo que visites ARRAYAN, bodega 100% respetuosa con el medio ambiente.