Por Laura Berdejo
“Si ustedes respetan el tequila, el tequila, por supuesto, les va a respetar a ustedes”. Estas palabras de José Torres Díaz, Director del Consejo Regulador del Tequila en España, ilustran el espíritu con el que el maestro dirigió la Master Class y cata magistral de Tequila destinada a la AEPEV a la que tuvimos la fortuna de asistir esta semana en la Casa de México, en Madrid.
Entrar en el lugar, dejar detrás la ruidosa calle Alberto Aguilera y sumergirse en la prolija y colorida sede cultural de México, es ya un presagio de que algo sensorial y explosivo se acerca. Es fácil que los sentidos, acompañados por los colores, los belenes de México, la entrada de la luz natural a través de las ventanas y la camaradería de los presentes, exploten a medida que uno sube las escaleras del edificio, para terminar expandiéndose en una alegría horizontal al llegar a la Sala de Juntas.
Aquél 11 de diciembre, cuando entramos en la sala en la que iba a celebrarse el evento, a lo largo de una mesa impecable y a la luz de los rayos de sol que atravesaban la estancia, nos recibían, dispuestas con altísima disciplina, las copas de tequila (tres para cada uno de nosotros), los manteles, los productos para maridar (queso manchego, jamón ibérico, turrón), las flores, las jarras de cristal, los vasos, la dedicación y el cariño.

En la cabecera de la mesa, Cristina Tierno, de la agencia Efecto Directo, nos recibía sonriente como siempre y, a medida que íbamos tomando asiento nos íbamos dejando imbuir por la liviandad y por los aires del tequila y del suelo mexicano.
Cuando empezó la presentación, a cargo de José Torres, nos fuimos de viaje a Jalisco, Guanajuato, Michoacán, Nayarit y Tamaulipas, los cinco estados mexicanos donde se produce el tequila en este mundo. Alternando seriedad y rigor con humor mexicano y anécdotas, José – “el máximo experto de tequila en Europa” según algunos compañeros -, nos habló de los entrelazados legales y aduaneros, de los tipos de tequila, de cómo se hace, de cómo se bebe, de cómo se relaciona uno con él.
“El tequila se tiene que beber poco a poco”
“Ninguna bebida destilada debe beberse de un solo golpe. No vamos a detectar aromas ni nada”, dijo el experto en el transcurso de una charla inspiradora donde combinó con encomiable destreza datos enciclopédicos, humanidad y consejos. A medida que la presentación avanzaba, íbamos mirando las tres copas de tequila que teníamos en nuestra mesa con un aire diferente. Si al entrar habíamos visto un destilado más o menos añejo que probar, ahora vemos un amigo al que respetar, un receptáculo de tiempo e historias, un viejo compañero de viaje.

En el momento de catar el tequila sabemos tantas cosas de su nacimiento que nos acercamos a él desde otro lado. Jose nos enseña a ver su color y a respirarlo, primero de cerca, y después, desde la parte superior de la copa inclinada.
Primero, catamos un tequila blanco G4 “la expresión más pura del agave azul Weber” maridado con un queso manchego cuyas notas visuales de matices plateados nos sedujo rápidamente y del que destacaría el dulzor en boca único del agave azul cocido. Riquísimo.
Le siguió un reposado de El Tequileño, más dulce, más denso, más amable, que acompañamos de jamón ibérico.
Por último, terminamos con un añejo 1800 del que emanaban, entre otros, unos delicados aromas a naranja confitada y donde la utilización de la madera suavizaba elegantemente los sabores. Combinaba extraordinariamente con un turrón blando de Jijona.

“El tequila se toma de aperitivo o de postre”, nos explicó el maestro, “y estos añejos se llevan con el chocolate extremadamente bien”. Sus palabras, los tequilas, la presentación sobre el árido y vocacional trabajo de los jimadores – los expertos en cosechar el agave y cortar las hojas exteriores de la planta – y las referencias a la colorida y fraternal tierra mexicana nos habían abierto el apetito.
Tras esa magnífica cata magistral no nos quedó más remedio que ir a brindar a la salud de México y agradecer profundamente al tequila los beneficios de su existencia y a José Torres Díaz el cariño a su tierra y el trabajo bien hecho.




















