Por: Carmen Garrobo
Tradición, sostenibilidad y carácter propio en una finca que expresa su terruño en cada botella.
Hace unos meses tuvimos la suerte de visitar una de las D.O. Pago de Castilla-La Mancha, concretamente Pago de la Jaraba, un rincón manchego entre Villarrobledo y El Provencio, en plena Castilla-La Mancha, donde el vino, el aceite y el queso conviven como si hubieran nacido del mismo corazón de la tierra.

Camino largo, de paisajes repetitivos y áridos, que forjan el carácter de los habitantes de esta Castilla, donde la vid y el olivo, junto a sembrados de cereales, son los protagonistas. De repente, después de un mar de placas fotovoltaicas, aparece una finca que lo tiene todo: historia, paisaje y una vocación de calidad que se palpa en cada copa. ¡Ha merecido la pena, esto es una maravilla!
Nos recibe en la puerta principal quien nos ilustrará sobre la finca y todos sus secretos: Teresa, responsable del equipo de enoturismo.
El nombre La Jaraba viene del árabe y significa “tierra de abundante agua, con grandes lagunas”, según nos cuenta nuestra guía. Curioso, ¿verdad?, porque estamos en una meseta seca. Pero precisamente esa paradoja explica por qué este paraje fue codiciado durante siglos.

Por aquí pasaron íberos, romanos y árabes, y todos dejaron huella. El agua subterránea y la fertilidad del suelo hicieron que desde hace generaciones se cultivaran viñas, olivos y cereales.
La historia moderna de Pago de la Jaraba empieza cuando Gaspar Fernández adquiere la finca a finales del siglo XX, con la intención de devolverle su esplendor agrícola. En 1997 arrancan un proyecto integral que une viticultura, olivar y ganadería con una idea sencilla: todo debe salir de la misma tierra y con la misma filosofía.
Un ecosistema completo: viñas, olivos y ovejas
Con 100 hectáreas de pinar, 65 ha de viñedo en la actualidad, 90 de olivar, 85 de almendros, 90 de pistachos, y el resto en rotación de cultivo para ganadería. Son 100 % autosuficientes y ecológicos.
Las ovejas pasean en libertad por los olivos dos veces al día, alimentándose de la cubierta vegetal, limpiando y abonando el terreno de forma natural, como se hacía antaño. Entre otras cosas, tienen su propia fábrica de compostaje.

Como ya os imaginaréis por lo que lleváis leído, Pago de la Jaraba no es solo vino, y con la evolución llega el éxito. Ellos tienen tres proyectos a largo plazo que intensifican el trabajo en la finca:
1.- Conseguir que los almendros y los pistachos sean procesados y comercializados en la Jaraba.
2.- Tienen 6.000 ovejas y cuentan con 5 parideras que dan 1.000 corderitas hembras de leche, de las cuales saldrá el exquisito queso, y con los machos comercializarán su carne como marca Jaraba.
3.- Teresa nos cuenta el poco valor que tiene hoy en día la lana: nuestras ovejas dan 5 toneladas de lana, prácticamente sin valor; el año pasado se vendió 1 T por 5 €. El proyecto es hacer la ropa de trabajo íntegramente formada por este material tan preciado en otra época. Por el momento están utilizando parte de la lana con la técnica Melchi o acolchado en el olivar para recoger el rocío: la lana lo absorbe y mantiene húmedo el olivar.

El agua que se consume en la granja, con el riego del viñedo, las ovejas y en la quesería, entra en funcionamiento gracias a las placas solares. Más autosuficientes no pueden ser, y es que no solo hay que presumir: demostrarlo es un grado, y La Jaraba lo hace día a día con esfuerzo y, por lo que hemos podido observar, es bastante.
Volvamos al vino y al viñedo que lo alimenta
En 2019, la Jaraba pasa de una finca familiar a ser reconocida oficialmente por el Ministerio de Agricultura y la Unión Europea como Pago de la Jaraba, Denominación de Origen Protegida (D.O.P.), bajo la categoría de Vino de Pago. Un proceso largo, de años; no es de un día para otro, como muchos pueden pensar.

No es cualquier título: se trata del máximo nivel de calidad en España, reservado solo a fincas singulares que producen, elaboran y embotellan sus vinos dentro de la misma propiedad. Un reconocimiento que no se compra: se gana con coherencia, trabajo y terruño.
La finca cuenta con unas 60 hectáreas de viñedo perfectamente delimitadas, donde conviven variedades que representan el alma manchega y la visión internacional del proyecto: Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Merlot, Graciano y Sauvignon Blanc.
A eso se suman olivares que dan un excelente aceite de oliva virgen extra, y un rebaño de ovejas manchegas que provee la leche para su propio queso artesanal. Todo se hace dentro del mismo entorno: eso no solo es romanticismo, es sostenibilidad pura.
Cada cultivo cumple su función: las viñas fijan vida en el suelo, los olivos aportan sombra y biodiversidad, y las ovejas ayudan a mantener los pastos limpios. Es el círculo perfecto de una finca que piensa a largo plazo.
Vinos que cuentan una historia
Los vinos de Pago de la Jaraba tienen esa rara virtud de ser sinceros. No quieren parecer otra cosa, solo expresar el lugar de donde vienen.
• Pago de la Jaraba Sauvignon Blanc
Sorprende por su frescura, con notas que recuerdan a fruta tropical —piña y guayaba— blanca —pera— y hierba de roca recién cortada, que nos trasladan al origen de esta variedad, el Valle del Loira —clima muy diferente, con pocas horas de sol y temperaturas bajas—. En boca el vino es sabroso, con una acidez que provoca una tensión, un nervio que te recorre como una corriente eléctrica despertando los sentidos. ¡Qué rico, una delicia!
• Pago de la Jaraba 2021: Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Merlot.
De color rojo picota maduro, con ribetes aún de juventud. Qué nariz tan expresiva, rica en frutas negras y rojas de sotobosque —grosella negra, ciruela y frambuesa—. Las notas de especias dulces y ligeros tostados nos anuncian lo que sin duda será en boca una delicia, y parece que no me equivoco: qué sabroso. Como marca el suelo y la madurez de la uva, carnoso, con cuerpo y una acidez muy equilibrada —se nota el mimo con el que han mecido este vino—. En boca las frutas en sazón aparecen acompañadas de especias; sencillamente, un vino para disfrutar en cada sorbo.

• Azagador 2018 Reserva: Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Merlot y una crianza de 12 meses en barrica de roble francés y americano.
Este vino cuenta con un atractivo color rojo picota maduro, marcando la evolución que la edad le aporta, con ligeros tonos granates en el ribete. Es diferente en aromas al anterior: aparecen toques florales, la fruta negra un poco más madura, con aromas de chocolate con menta —After Eight— unidos al aroma típico del tempranillo —regaliz—. El conjunto de aromas es un espectáculo. ¡Ojo, la boca no es menos! Crece a cada paso; el equilibrio de fruta, taninos y acidez hacen que este vino se disfrute al 100 %. Es un vino para consumidores que estén acostumbrados a vinos potentes y muy expresivos. Sin duda, este podría ser uno de mis vinos, me ha encantado.
• Pago de la Jaraba Merlot.
Está elaborado totalmente en roble francés de diferentes tamaños, desde la fermentación en fudre hasta la crianza en barrica. La delicadeza que encuentro en este merlot me sorprende gratamente; es muy elegante sin perder el origen del clima manchego. El cassis es el primer aroma que emana de la copa, junto a arándanos y notas de menta. Recuerda un poco a los bombones de Aragón de fruta escarchada con cobertura de chocolate, con pimienta y un poco de clavo; la combinación perfecta, unida a notas finas de una madera muy bien trabajada. En boca es sutil, elegante y sabroso, con sapidez que nos recuerda los suelos de los que se alimenta. El dulzor del tanino hace que el vino tenga buen recorrido, siempre acompañado por una acidez fresca muy integrada. La fruta y las especias aparecen en cada sorbo, invitando a seguir disfrutando de este excelente vino.
“Son vinos de esos que invitan a repetir, pero también a pensar. Cada trago tiene algo de conversación con la tierra”

Para disfrutarlo mejor
Si tienes ocasión de visitar la finca (algo que te recomiendo sin dudarlo), estoy segura de que Teresa y todo el equipo de enoturismo harán lo posible para que lo disfrutéis a tope. Entenderás lo que significa un proyecto “de pago” en el sentido más noble del término.
Y si no puedes ir, busca sus vinos en tiendas especializadas: cada botella es una invitación a conocer una Mancha que se expresa con elegancia y verdad.
!No te olvides, en estas Navidades el vino y el cava deben ser protagonistas¡






















